Mirad cómo crecen las tomateras, ahora parece que ha entrado la
prisa y compiten entre ellas para saber cuál es la más alta, pero el problema
es que todas, menos una que va algo más retrasada, ya han tocado techo (estamos
en una terraza) por lo que se acabó, ahora toca engordad los tomates. Las
flores son abundantes pero siguen en eso, en florecilla, no veo avances pero
quiero suponer que ahora, con los calores de julio, comenzara la época jubilosa
para los tomates.
Los pimientos de padrón son otro cantar, van muy lentos y además
en lucha permanente contra el pulgón. Ah, por cierto planté a su lado una
albahaca porque se suponía que su olor molestaba al enemigo pero a estos
invasores míos debe de encantarles y pasan de marcharse, aunque también es verdad
que como la albahaca me encanta no me importa nada poder disfrutar de su olor[1].
Los calabacines ya han desbordado las mesas de cultivo y se expande alegremente por el espacio, veremos
cómo acaban estas ansias conquistadoras y si se hace necesaria mi función
podadora.
La cayena y las
zanahorias siguen su lento progreso y de momento poco más se puede contar.
El cultivo que terminamos por este año son las lechugas. El
domingo pasado recogimos las dos últimas y me permito parafrasear, muy
libremente por otra parte, a Robert Herrick[2]:
“Coged las “lechugas” mientras podáis
veloz el tiempo vuela.
La misma “lechuga” que hoy admiráis
mañana estará muerta (…)”.
No sé si el año que viene repetiré con las lechugas porque no ha
sido un cultivo muy fructífero, aunque también es verdad que iba pelando sus
hojas para consumo y eso no sé si es muy ortodoxo. Además para mantener el
consumo diario de esta casa, necesitaría mucho, pero mucho más espacio.
En fin carpe diem y disfrutemos del tórrido verano.
[1] Digo
de su olor porque la albahaca para comer, de hoja más grande, la mantengo en la
zona de las plantas dedicadas al consumo culinario y en una sección más
existente en la ventana de la cocina. Ya se ve que somos grandes consumidores
de ella: en sopa de tomate, con pasta, en ensalada, con tomates y queso fresco,
ummmm!
[2] Robert Herrick (1591-1674), poeta inglés. En realidad la
estrofa anterior (perteneciente a su poema A
las vírgenes para que aprovechen el tiempo) se la dedica a las jóvenes para
que disfruten de la vida antes de la llegada de la vejez, en la onda del carpe diem clásico, expresión atribuida
al poeta romano Horacio y recurrente tópico en la literatura. Sin embargo, a mí
me parece muy apropiada para hablar de un huerto de frutos efímeros que si no
los comes acabarán podridos: nacimiento, esplendor y muerte en un breve tiempo
y en un breve espacio.
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