miércoles, 20 de julio de 2016

Calor!!!!


Odio el calor, y mis plantas también. Odio las olas de calor (con o sin denominación de origen), y mis plantas también. Odio este ambiente tan seco, y mis plantas también. Odio este airecillo infernal que corre, y mis plantas también. Y podía seguir y seguir, pero a mí y a mis plantas no nos gusta quejarnos.

Sin embargo, todas estamos exhaustas, lánguidas y sin ganas. Los pobres calabacines, llenos de flores, penden sin fuerzas e incluso algunas flores se han caído con el vendaval, cálido e infernal, de esta mañana. A pesar de ello ya tenemos algún calabacín en el punto preciso para ser comido como flor de calabacín. Lástima que solo hay uno[1].
Flor caída por el viento






 
 
 
Los tomates siguen lentamente creciendo, pero como sin ganas (mañana abonaré, les toca dosis de vitaminas para recuperar fuerzas) y algunas de las flores se han marchitado.
 

Y los pimientos, ay los pobres, entre el calor y el pulgón[2] cualquiera pensaría que van a peor, pero no, ahí están como unos campeones aguantando el combate.

No obstante hemos de lamentar una baja, la de las recién plantadas zanahorias que no han sobrevivido.


Por lo demás creo que todas, humanas y plantas, añoramos los verdes prados del norte con esas temperaturas suaves, esa dulce llovizna, ese frescor verde…no nos parecemos a las ovejas de Glennkill[3]  cuya ilusión era venir al continente. Nosotras nos consolamos con algún desplazamiento a latitudes más frescas, aunque Irlanda no nos parece mal.

En fin, con cuidadosos y medidos riegos creo que saldremos adelante.



[1] La flor del calabacín es empleada en muchas recetas de cocina en Italia (conocida con zuccini), México, o Japón (en tempura casi siempre). El incoveniente de su consumo es que si cortas la flor impides el crecimiento del calabacín, así que, ¡ hay que escoger o flores o calabacines!.  El Sr. J de momento no puede lucirse con alguna receta para flores.
[2] Estos bichos son imbatibles, tan sólo he conseguido reducir su población. Creo que en caso de cataclismo nuclear no serían las cucarachas las que sobreviviesen, y aún en el caso de que lo hiciesen, estoy segura que los pulgones las devorarían, y luego se convertirían en pulgones gigantes radiactivos, y luego… (perdonad creo que el calor me afecta,… no sé si ya lo había dicho)
[3] Las ovejas de Glennkill de Leonie  Swann (2007) Ediciones Salamandra. Un libro, ligero, irónico e ingenioso, para los rigores del calor que se puede leer a la hora de la siesta con un ojo en el Tour. De trama surrealista narra las peripecias de unas ovejas a las que su pastor lee libros y sueñan con venir al continente europeo desde su Irlanda natal en busca de hierba fresca.

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