martes, 26 de julio de 2016

El sexo de los calabacines




flores en la mata

Ayer me sentí magnánima (da gusto ser dueña y señora de tu propio huerto) y decidí hacer feliz al Sr.J, recogiendo flores de calabacín (total, tengo muchas flores y estamos al inicio de la temporada) para que pudiese cocinar un platillo de pasta con las flores de calabacín del huerto.
 
flores recién recogidas

producto ya elaborado
 
El resultado para chuparse los dedos, ya veis que las buenas acciones son recompensadas (adjunto una foto de la receta por si queréis hacerla), sin embargo se planteó una problema.
 
 
 
 
Según su receta, de un libro de cocina de la Toscana[1], las flores debían ser flores macho. Por tanto de nuevo hubo que recurrir a San Google, patrono de los desesperados. La lista de foros y páginas explicando el asunto era terriblemente larga, todos daban su opinión y planteaban además más problemas, vamos que yo creo que al igual que existe el oficio de sexador de pollos voy a iniciar una campaña para la creación de cursos de sexador de flores de calabacín.

Las flores de calabacín son de buen tamaño, pedunculadas y acampanadas y de un color amarillo intenso. Todas se pueden consumir y son deliciosas. El problema radica en distinguirlas, así la flor macho crece sobre un tallo largo desde el centro de la planta, con estambres con polen, mientras que la flor hembra, que engendra el calabacín, presentan un pistilo más corto y carnoso con tres estigmas terminales. El caso es que la tarea es fácil cuando el calabacín comienza a crecer, pero antes de que ello ocurra se me hace algo difícil llegar a una conclusión mirando el pedúnculo por debajo de las enormes hojas de la planta, que para más “inri” presentan unos pelitos que pican y me irritan la piel (ay, soy alérgica a casi todo, incluyendo algunos especímenes humanos). Vamos como para reírse de los sexadores de flores, una profesión muy digna.
Y encima de todo resulta que al tener tan pocas matas, y en terraza, la polinización es escasa por lo que se supone que yo debería ayudar a ello cual laborioso insecto[2], vamos que las tareas se me multiplican. Así que imaginarme ahora, vestida con mi camiseta de rayas negra y amarilla, mi par de alas de plástico y mi diadema de antenas (la recreación hay que hacerla bien o no se hace, según dicen en los grupos de recreación histórica), y he cambiado la varita de Hermione por un palito mientras que voy de flor en flor impregnando todo de polen a la vez que canturreo: Maya[3], la pequeña y dulce abeja Maya.


[1] Este libro nos lo regalaron antes de ir a la Toscana,  allí nos instalamos durante un mes y  fue donde el Sr. J (que ya se había empollado el libro) cocinaba tras haber ido al mercado donde se peleaba por los productos locales con las nonne del lugar y aprendía de ellas. El libro de gran formato y bellas fotografías, con glosario incluido, te abrirá las ganas de visitar la Toscana: S. Alexander y M. Beer (1998): Sabores de la Toscana. Recetas y anécdotas de nuestra escuela de cocina italiana, Köneman Ed.
[2] Por cierto, sigo sin mariquitas, no veo ninguna, ¿se ocultan de mi? ¿por qué no contestan a mi anuncio? ¿están todas de vacaciones en otros lugares? ¿existe una enorme conspiración mundial en contra de las mariquitas?...
[3] La abeja Maya fue una exitosa serie de dibujos animados  japonesa  (producida por Nippon Animation Company en 1975) estrenada en TVE en 1978. Se basa en el libro que Waldemar Bonsels (1880-1952) publicó en 1912 y narra la vida cotidiana y las peripecias de una abeja y sus amigos. No obstante, algunos autores mantienen que no todo es tan idílico como los dibujos animados presentan, ya que Bonsels tenía ideas filonazi y se puede hacer una lectura en tono militarista y beligerante de la sociedad que retrata, quizás por eso tuvo mucho éxito entre los soldados alemanes que lucharon el Primera Guerra Mundial.

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