lunes, 3 de julio de 2017

Drones y tomates


La semana pasada, tan fresquita, ha venido muy bien para refrescar a mis pobres plantas y coger un poco de aire. Así los pimientos siguen creciendo, ya he tenido que atarlos, pero de momento sin flores a la vista, pero también sin casi pulgón[1].
 

Los calabacines, que comparten mesas con los tomates este año van más lentos, quizás agobiado por el exceso “tomatil”, ya veremos cómo evolucionan pero de momento ni una flor amarilla alegra el frondoso fondo verde.

Con estos días más frescos, los tomates frenaron su loco crecimiento y van más despacio, lentos pero seguros. El espacio en que los tengo confinados es escaso, por lo que se ven obligados a ser muy competitivos, y  los más lanzados ya han alcanzado el techo por lo que me he visto obligada a cercenar su crecimiento. Espero que ahora comiencen a densificar por abajo.
 

Este año parece que hemos tenido más visitas “polizinadoras” y las flores de los tomates acaban siendo tomates (ya hemos comido alguno, por cierto muy sabroso). El año pasado muchas veces se quedaban en eso, en flores de tomate. A principios de temporada estuvo pletórica una lavanda colocada cerca de ellos, y yo creo que se habituaron a venir por aquí múltiples abejorros, abejas, avispas, mariposas, …,  el resultado es que este año se veían muchos visitantes alados por la huerta por suerte para mí que pude descartar la única idea, y estrafalaria solución, que se me ocurría:   estaba barajando la posibilidad de tener que acceder a técnicas del siglo XXI y confiar la polinización a drones. Diversos centros como la de Universidad Politécnica de Varsovia[2] o el Instituto de Ciencia y Tecnología Industrial de Japón[3] ya han experimentado con pequeños drones para que cumplan con estas funciones, pero de momento todavía no son más que prototipos, así que para tranquilidad de mis vecinos no tendré de momento enjambres de drones pululando por la huerta y mis oídos podrán recrearse tranquilos en el vuelo del moscardón[4].



[1] El sábado pasado una mariquita se posó sobre el brazo de mi Ayudante de Huerto, el cual encantado me la trajo a la huerta y la pusimos sobre una de las plantas de pimiento con un poquito de pulgón. Al principio, muy asustada, no hacía nada pero rápidamente empezó a recorrer las hojas de forma sistemática. A la mañana siguiente ya no estaba pero tampoco el pulgón. En fin, tendré que acostúmbrame a ser un B&B, sólo espero que se corra la voz de mi excelente trato.
 
[2]<< http://agriculturers.com/un-robot-para-polinizar-flores/>>
[4] El vuelo del moscardón, o del abejorro (con un frenético ritmo que requiere de manos habilidosas), es un interludio orquestal de N. Rimsky-Korsakov (1884-1908) para la ópera El Cuento del Zar (1889-90) basada en un poema del ruso A. Pushkin (1799-1837) considerado fundador de la literatura rusa moderna y que influyó en escritores y compositores.

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