Pues sí, ya estamos ante los últimos y resistentes pimientos de
la temporada. Ante ellos me siento como si yo hubiera tomado la galletita de
Alicia[1]: yo soy muy, muy grande, y
ellos muy, pero que muy pequeños (quizás ellos tomaron el bebedizo de encoger, ¡nunca
se sabe de lo que son capaces unos pimientos de padrón!). Mi idea era agotar su
producción al máximo y tenía la esperanza de que siguieran creciendo pero estos
últimos fríos no les han venido nada bien. En pleno noviembre se han agostado
como Garciñuno[2].
El próximo fin de semana procederé a arrancarlos.
Pero la vida sigue, y ahora ya me están presionando las
espinacas y ruibarbos desde los semilleros para que proceda a su plantación,
pero antes he de arrancar los pimientos, voltear la tierra y añadir humus de
lombriz. Me planteo también si cambiar las mesas de huerto a otra posición para
que reciban más sol de invierno. Claro que eso complica un poco el asunto
porque para ello tendría que retirar la instalación de riego automático y la
verdad, a mi me da un poco de pereza, pero al pobre Sr.J cuando se lo cuente le
dará escalofríos sólo de pensar en el acarreo de las mesas de un lugar a otro y
en el trasiego de tierra, pero claro esa es la labor de un ayudante de huerto. ¡Sólo
espero que su sindicato (Confederación general de ayudantes de huertos urbanos
unifamiliares, CGAHUU) no proteste y se me presente justo entonces con una
huelga de brazos caídos!
[1] Por supuesto me
refiero a la Alicia de Alicia en el País
de las Maravillas (1865) de Lewis Carroll (ya lo he hecho otra vez pero
insisto de nuevo en recomendaros encarecidamente su lectura, si tenéis la
suerte de leerlo por primera vez, o relectura, si ya lo habéis hecho alguna
vez; admite miles de relecturas así que tranquilos, disfrutad una vez más, reíros
con su ironía, pensad en su ingenio e intentad resolver sus enigmas). Además
ahora está de “cientocincuentayun” cumpleaños ya que se publicó por primera vez
en noviembre de 1865, y seguro que el conejo querría hacer una fiesta.
[2] Garciñuno, personaje
de Amanece que no es poco que crecía
en una huerta desde no se sabía cuándo porque se había agostado, gran conocedor
de los clásicos y que penaba porque “hoy tengo cuerpo de Góngora” y pedía que
se los leyeran.
Amanece
que no es poco, película dirigida por José Luis Cuerda y estrenada en 1989,
con un fantástico plantel de actores y un humor surrealista que siempre te hace
reir y llena de diálogos para recordar.