(Escena 1) Exterior.
Bosque: esplendor de ocres, rojizos, amarillentos, pardos, todos
mezclados con verdes en diferentes
gradaciones. Suelo cubierto de hojas que crujen bajo las pisadas[1]. Atardecer rojizo y ligera
lluvia.
No se ve a nadie, ni perros, ni jabalíes, ni personas.
(Escena 2) Interior.
Mesas de cultivo, mesa auxiliar repleta de hueveras, tierra de
cultivo, pequeños instrumentos de jardinería, sobres de semillas, regadera…
Trabajando en ella, de espaldas a la cámara, observamos unos
pies calzados con botas de agua, una bata blanca (no es necesaria pero luce
bien), la cámara sigue subiendo y vemos
una alborotada cabellera rizada y rojiza (como de loca, vamos) y oímos una
risa, aún mas de loca después de pronunciar unas terribles y espeluznantes
palabras: “Lo conseguiré esta vez”.
Sí, la escena, salvando
las distancias, parece sacada de la película el jovencito Frankestein[2], si bien el quería crear
vida a partir de restos diversos de diferentes cadáveres y yo tan sólo pretendo
que me germinen mis semillas.
Vale, tras esta introducción os diré que comienzo la temporada
de experimentos. Tras los fracasos este verano con los rabanitos en las mesas de huerto (planté varias tandas,
menos mal que en el sobre viene muchas semillas, y no conseguí que saliesen, se
me quedaban siempre en brotes germinados de rabanito) he decidido experimentar,
así que inicio una plantación en huevera (de pequeño tamaño, es de huevos de
codorniz usados en la raclette) y en
cubilete de fibra de coco.
También he plantado en huevera (de huevos de gallina esta vez)
una fila de espinacas y otra de ruibarbo[3]. Si consigo que germinen
las pasaré a los cubiletes de fibra y/o a cubiletes realizados con el cartón
interior de los rollos de papel higiénico. Ambos tiene la ventaja que si las
semillas consiguen germinar, y después de praticar el repicado, es decir
entresacarlas, se pueden transplantar directamente a las mesas de cultivo sin
necesidad de sacarlas de su recipiente.
Para conseguir una gradación en mi cosecha también he colocado
tres plantones, comprados en el invernadero, de acelgas en una mesa de huerto
que ya tenía liberada de las tomateras. Previamente, eso sí, he tirado de mi
ayudante, el Sr.J, para ayudarme al acarreamiento de tierra con la que rellenar
las mesas y además las he mezclado con humus de lombriz.
Bueno, ¡la cosecha de invierno ya está en marcha!.
P.D. Al fin me decidí y con los tomates verdes
elaboré un chutney para chuparse los dedos. Os dejo foto ya que virtualmente
no podéis degustarlo.
[1] Para una mejor
ambientación podéis escuchar la versión de Pedro Iturralde, estupendo
saxofonista y clarinetista, sobre el famoso tema Les
feullies mortes, canción francesa de 1945 con letra de J. Prévert y música
de J. Kosma y popularizada por Yves Montand
[2] Película norteamericana
de 1974 dirigida por Mel Brooks y protagonizada por Gene Wilder, que borda su
papel de científico loco en esta delirante parodia de la fantástica novela
gótica Frankestein o el moderno
Prometeo de Mary Shelley (1797-1851).
[3] Adoro el ruibarbo, especie de fruta-verdura
muy usada en Inglaterra y en
Centroeuropa para elaborar mermelada, en repostería, salsas saladas, sopas,
estofados e incluso en Italia se usa para elaborar un aperitivo de baja
graduación alcohólica y también se puede consumir en fresco. Sin embargo sólo
se puede consumir el tallo siendo tóxica sus raíces y hojas.
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