miércoles, 19 de octubre de 2016

Laboratorio de experimentación


(Escena 1) Exterior.
Bosque: esplendor de ocres, rojizos, amarillentos, pardos, todos  mezclados con verdes en diferentes gradaciones. Suelo cubierto de hojas que crujen bajo las pisadas[1]. Atardecer rojizo y ligera lluvia.
No se ve a nadie, ni perros, ni jabalíes, ni personas.

(Escena 2) Interior.

Mesas de cultivo, mesa auxiliar repleta de hueveras, tierra de cultivo, pequeños instrumentos de jardinería, sobres de semillas, regadera…

Trabajando en ella, de espaldas a la cámara, observamos unos pies calzados con botas de agua, una bata blanca (no es necesaria pero luce bien), la cámara sigue subiendo y  vemos una alborotada cabellera rizada y rojiza (como de loca, vamos) y oímos una risa, aún mas de loca después de pronunciar unas terribles y espeluznantes palabras: “Lo conseguiré esta vez”.

 Sí, la escena, salvando las distancias, parece sacada de la película el jovencito Frankestein[2], si bien el quería crear vida a partir de restos diversos de diferentes cadáveres y yo tan sólo pretendo que me germinen mis semillas.


Vale, tras esta introducción os diré que comienzo la temporada de experimentos. Tras los fracasos este verano con los rabanitos  en las mesas de huerto (planté varias tandas, menos mal que en el sobre viene muchas semillas, y no conseguí que saliesen, se me quedaban siempre en brotes germinados de rabanito) he decidido experimentar, así que inicio una plantación en huevera (de pequeño tamaño, es de huevos de codorniz usados en la raclette) y  en cubilete de fibra de coco.

 

También he plantado en huevera (de huevos de gallina esta vez) una fila de espinacas y otra de ruibarbo[3]. Si consigo que germinen las pasaré a los cubiletes de fibra y/o a cubiletes realizados con el cartón interior de los rollos de papel higiénico. Ambos tiene la ventaja que si las semillas consiguen germinar, y después de praticar el repicado, es decir entresacarlas, se pueden transplantar directamente a las mesas de cultivo sin necesidad de sacarlas de su recipiente.

Para conseguir una gradación en mi cosecha también he colocado tres plantones, comprados en el invernadero, de acelgas en una mesa de huerto que ya tenía liberada de las tomateras. Previamente, eso sí, he tirado de mi ayudante, el Sr.J, para ayudarme al acarreamiento de tierra con la que rellenar las mesas y además las he mezclado con humus de lombriz.

Bueno, ¡la cosecha de invierno ya está en marcha!.
P.D.  Al fin me decidí y con los tomates verdes elaboré un chutney para chuparse los dedos. Os dejo foto ya que virtualmente no  podéis degustarlo.



[1] Para una mejor ambientación podéis escuchar la versión de Pedro Iturralde, estupendo saxofonista y clarinetista, sobre el famoso tema  Les feullies mortes, canción francesa de 1945 con letra de J. Prévert y música de J. Kosma y popularizada por Yves Montand
 
[2] Película norteamericana de 1974 dirigida por Mel Brooks y protagonizada por Gene Wilder, que borda su papel de científico loco en esta delirante parodia de la fantástica novela gótica  Frankestein  o el moderno Prometeo de Mary Shelley (1797-1851).
[3]  Adoro el ruibarbo, especie de fruta-verdura muy usada en Inglaterra  y en Centroeuropa para elaborar mermelada, en repostería, salsas saladas, sopas, estofados e incluso en Italia se usa para elaborar un aperitivo de baja graduación alcohólica y también se puede consumir en fresco. Sin embargo sólo se puede consumir el tallo siendo tóxica sus raíces y hojas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario