lunes, 2 de julio de 2018

Entre tomates, pimientos y calabazas


 
Las tomateras siguen creciendo y creciendo, pero ¿dónde están las flores?, parece que este año se retrasan. Me preocupa que no aparezcan, pero por lo que voy preguntando por la zona este año va todo muy retrasado fruto de esta primavera fresquita y lluviosa. Mientras tanto puedo disfrutar de los olores de las matas, ¡ay ese olor!, qué bien huelen las tomateras, o al menos a mi me lo parece. Me encanta ese olor y el del césped recién cortado, pero he leído que ese olor, que a casi todos nos agrada, no es otra cosa que una llamada de auxilio “química” y un grito de dolor de la pobre hierba[1], se me eriza la piel de pensarlo, millones de pequeñas hierbecitas gritando y sufriendo y a mí me encanta ese olor, ¿seré una psicópata en potencia?, ay, si a veces es mejor no leer, si lo haces luego vas y te enteras de cosas que…, vamos que todo el mundo sufre como dice el grupo R.E.M. en la canción[2].


El resto de mi huerta… pues ahí va, los calabacines creciendo y floreciendo. En cuanto a la calabaza invadiendo que ya se sabe que es los suyo.  Esto ha provocado ciertos debates y problemas entre la calabaza y la hortelana. Ella quería a toda costa prosperar por encima de mis guirnaldas de luz y yo, su hortelana, pretendo dirigirla hacia otro lugar. Finalmente creo que lo he conseguido aunque ya veo que no todas las calabazas son tan colaborativas como la que se convertía en carroza para Cenicienta[3].

Y del mundo animado no salgo porque otra vez he tenido que convertirme en abeja[4] para poder ser yo la polinizadora de mis pimientos. Como se dice vulgarmente: ¡para lo que ha quedado una…!
 



[1] Esto parece que lo dicen sesudos investigadores universitarios como David G. Jara doctor en bioquímica por la Universidades de Salamanca  y Madrid y autor de El reino ignorado (2018)  quien explica que las plantas liberan compuestos químicos volátiles para quejarse del daño que se les infringe. También explica los mecanismos ingeniosos de las plantas para procurarse luz, detectar intensidades lumínicas, defenderse ante otras plantas o insectos e incluso la capacidad para procurarse relaciones simbióticas con otras especies animales, o colonizar ecosistemas hostiles, y todo ello careciendo de redes neurológicas por lo que insistiendo en que no se puede extrapolar esos datos y a asegurar a las plantas “sentimientos humanos”.
 Si queréis saber algo más os dejo estos enlaces:
 
[2]  R.E.M., Everybody hurts (1992)
 
[3] Cenicienta, cuento de hadas  clásico, siendo las versiones  más conocidas la de Charles Perrault (1697)  o la de los Hermanos Grimm en el siglo XIX, y la versión más edulcorada la de W.Disney (1950)
 
[4] O mamporrera de pimientos en lenguaje más bruto.

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