viernes, 19 de mayo de 2017

Recuerda


“Anoche soñé que regresaba a Manderley”[1], bueno en realidad regresé a mi niñez a través del olor que soltaban las matas de tomate al atarlas a los tutores. Iba de una a otra mata como una señora Danvers cualquiera mientras en mi cabeza sonaba la música de Rebeca[2], pero, mientras se iba abriendo camino ese olor característico del tomate que borraba todas las demás sensaciones . La memoria es tremenda, pero aún más lo es la memoria olfativa[3], también conocida como memoria involuntaria o proustiana[4]. Esta memoria olfativa es diferente según sea a largo o corto plazo, pero todos recordamos olores que nos evocan épocas pasadas. En mi caso, el olor de los tomates y las tomateras siempre me lleva a los largos veranos de la infancia con días interminables y hermosos y sabrosos tomates en abundancia.
 
Este año, a modo de experimento he dispuesto en diferentes posiciones a las tomateras para probar cuál es la mejor ubicación. Así tengo a la mayoría en una posición soleada, más que el año pasado, y además he colocado a otra a pleno sol. Una tercera mata la coloqué en una zona iluminada pero con pocas horas de sol. Esta tercera mata ya ha pasado a engrosar las tablas de baja. Con ello ya sé que esa ubicación no es buena para tomates. En fin, uno aprende de sus errores.
tomateras algo más retrasadas
tomatera en flor
Tomatera que no prosperó
 

En cualquier caso las tomateras lucen hermosas, e incluso, la situada en la posición más soleada tiene flores. Los calabacines también crecen a buen ritmo (ya estoy esperando esas flores de calabacín, mientras me relamo, ejem, otro recuerdo proustiano) y, al igual que sucedió el año pasado son los pimientos los que más retrasados van. Se ve que practican la lentitud, slow growth, pero no importan ya llegará agosto y su cosecha, confío en ellos. Mientras tanto sigo disfrutando con el olor de los tomates, que se mezcla en mi memoria con el olor a mercromina[5] ya que siempre teníamos en esa época pequeñas “heridas de guerra” de color rojizo que constrastaban con el verdor de las matas…



[1] Inicio de la novela Rebeca de Daphne du Maurier, que fue llevada al cine por A. Hitchcock en 1940 y que ganó dos oscars (mejor película y mejor fotografía) con Joan Fontaine y Laurence Olivier omo protagonistas.
[2] Seguro que recordáis tanto la frase inicial del libro (y de la película) como la inolvidable música  compuesta por Franz Wasman y que sonaba en los títulos de crédito de la película.
[3]Sobre la memoria olfativa: << http://elpais.com/elpais/2017/04/12/ciencia/1492013791_451324.html>>
[4] Llamado así en honor al escritor M. Proust (1871-1922) autor de En busca del tiempo perdido. En ella su protagonista al mojar una magdalena en el té evoca una serie de recuerdos de su vida. El efecto “magdalena de Proust” asocia una experiencia sensorial con un recuerdo, es decir un olor, una música o un objeto nos lleva a recordar algo de nuestro pasado.
[5] La mercromina, ¡ay, que decir de la mercromina!, era indispensable en los botiquines familiares de antes. Introducida en España en los años 30 del siglo XX alcanzó su popularidad entre 1950-1980 siendo a partir de entonces  sustituida por el amarillento Betadine. Se trata de un antiséptico usado para pequeñas heridas. Seguro que todas (y todos) con edad para recordarlo podeis visualizar a las niñas y niños de entonces con brazos y piernas cubiertos de mercromina.

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