“Anoche soñé que
regresaba a Manderley”[1], bueno en realidad regresé
a mi niñez a través del olor que soltaban las matas de tomate al atarlas a los
tutores. Iba de una a otra mata como una señora Danvers cualquiera mientras en
mi cabeza sonaba la música de Rebeca[2], pero, mientras se iba
abriendo camino ese olor característico del tomate que borraba todas las demás sensaciones . La memoria es tremenda, pero
aún más lo es la memoria olfativa[3], también conocida como
memoria involuntaria o proustiana[4]. Esta memoria olfativa es
diferente según sea a largo o corto plazo, pero todos recordamos olores que nos
evocan épocas pasadas. En mi caso, el olor de los tomates y las tomateras
siempre me lleva a los largos veranos de la infancia con días interminables y
hermosos y sabrosos tomates en abundancia.
Este año, a modo de
experimento he dispuesto en diferentes posiciones a las tomateras para probar
cuál es la mejor ubicación. Así tengo a la mayoría en una posición soleada, más
que el año pasado, y además he colocado a otra a pleno sol. Una tercera mata la
coloqué en una zona iluminada pero con pocas horas de sol. Esta tercera mata ya
ha pasado a engrosar las tablas de baja. Con ello ya sé que esa ubicación no es
buena para tomates. En fin, uno aprende de sus errores.
tomateras algo más retrasadas |
tomatera en flor |
Tomatera que no prosperó |
En cualquier caso las
tomateras lucen hermosas, e incluso, la situada en la posición más soleada
tiene flores. Los calabacines también crecen a buen ritmo (ya estoy esperando
esas flores de calabacín, mientras me relamo, ejem, otro recuerdo proustiano) y,
al igual que sucedió el año pasado son los pimientos los que más retrasados
van. Se ve que practican la lentitud, slow growth, pero no importan ya llegará
agosto y su cosecha, confío en ellos. Mientras tanto sigo disfrutando con el
olor de los tomates, que se mezcla en mi memoria con el olor a mercromina[5] ya que siempre teníamos en
esa época pequeñas “heridas de guerra” de color rojizo que constrastaban con el
verdor de las matas…
[1] Inicio de la novela
Rebeca de Daphne du Maurier, que fue llevada al cine por A. Hitchcock en 1940 y
que ganó dos oscars (mejor película y mejor fotografía) con Joan Fontaine y
Laurence Olivier omo protagonistas.
[2] Seguro que recordáis
tanto la frase inicial del libro (y de la película) como la inolvidable
música compuesta por Franz Wasman y que
sonaba en los títulos de crédito de la película.
[3]Sobre la memoria
olfativa: << http://elpais.com/elpais/2017/04/12/ciencia/1492013791_451324.html>>
[4] Llamado así en honor
al escritor M. Proust (1871-1922) autor de En busca del tiempo perdido. En ella
su protagonista al mojar una magdalena
en el té evoca una serie de recuerdos de su vida. El efecto “magdalena de
Proust” asocia una experiencia sensorial con un recuerdo, es decir un olor, una
música o un objeto nos lleva a recordar algo de nuestro pasado.
[5] La mercromina, ¡ay, que decir de la
mercromina!, era indispensable en los botiquines familiares de antes.
Introducida en España en los años 30 del siglo XX alcanzó su popularidad entre
1950-1980 siendo a partir de entonces
sustituida por el amarillento Betadine. Se trata de un antiséptico usado para pequeñas
heridas. Seguro que todas (y todos) con edad para recordarlo podeis visualizar a las
niñas y niños de entonces con brazos y piernas cubiertos de mercromina.
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