lunes, 27 de febrero de 2017

De esperas


Seguro que recordáis a Katherine Clifton esperando el regreso del conde Almásy después de haberla dejado en la cueva y prometedle que regresaría en su ayuda[1]. Bien, así debía de sentirse mi huerta esperando mi regreso, pero a diferencia del conde yo si regresé a tiempo y pude salvarlas (no a todas, pero si a la mayoría). Mi ausencia no fue programada pero resultó larga porque hube de atender primero a mi ayudante de huerta que pasó unos días hospitalizado y el riego automático en invierno lo tengo desconectado.

El día de mi regreso pensé que encontraría una masacre con todas las plantas muertas o en trance de estarlo, pero una vez más he de reconocer que crio plantas duras y resistentes capaces de sobrevivir a casi todo.

 Las acelgas (3 plantas) aguantaron el tipo con algunas hojas exteriores amarillentas pero todavía conservaban el cogollito verde. Tras ser regadas parece que han sobrevivido al estrés hídrico que sufrieron.

Sin embargo, no puedo decir lo mismo del ruibarbo y de las espinacas ya trasplantadas a las mesas de huerto. Del primero tan sólo ha prosperado uno en buen estado y otro con muy mal pronóstico. Por suerte las espinacas corrieron mejor suerte y han tirado para adelante todas menos una. Pienso que la razón de eso ha sido fruto de su colocación, mas a resguardo que el ruibarbo, aunque en ambas casos se ha demostrado las bondades de las campanas protectoras que les preparé con medias botellas de plástico. Estas durante el día condensarían el calor y las escasas gotas de agua que se generaban en su interior las mantendrían con vida.

 

Ahora, la gran sorpresa ha sido el semillero de espinacas. Había plantado las semillas en cubiletes de fibra de coco y sobre ellas había colocado una tapa de plástico a modo de protección… pues bien han conseguido prosperar, y a mi llegada asomaban unos tiernos rabillos verdes entre la tierra reseca.

La melisa, el orégano y el perejil, además de la lima y el laurel también lo han conseguido pero no obstante tenemos una baja, el arándano. El pobre se ha secado por completo y sólo queda su armazón reseco.

A la vista de los resultados me encuentro satisfecha y mis plantas y yo lo celebramos con doble ración de Bach.




[1] El paciente inglés, novela de M. Ondaatje llevada al cine en 1996 dirigida por Anthony Minghella y que obtuvo 9 premios en la gala del Oscar de 1997, 6 premios Bafta y 1 Oso de oro en la Berlinale de 1997. Ni la novela ni la película son gran cosa, pero tiene bellas imágenes que se quedan grabadas como la parte previa a la guerra en el desierto del Sáhara o el vuelo del conde (interpretado por Ralph Fiennes) llevando el cadáver de Katherine (Kristin Scott Thomas) recuperado en la cueva de Los Nadadores algún tiempo después.
La cueva es real y fue descubierta por L. Almásy en 1933 y contiene pinturas neolíticas con figuras humanas nadando y numerosa fauna en sus paredes. Aunque pueda parecer mentira, con el éxito de la película aumentó considerablemente el número de visitantes a ella y esto se tradujo en comportamientos vandálicos tales como arrancar trozos de las paredes o realizar grafitis sobre ellas. ¡Un éxito de Hollywood lleva al desastre a una pequeña cueva en Egipto!.

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